Thursday, February 22, 2018

Educación electrónica

Por CARLOS MARTÍN GAEBLER


Hoy en día, cualquiera que tenga en sus manos un dispositivo electrónico de telecomunicación sabe cómo usarlo, tan intuitivos son, pero no existe manual de instrucciones alguno que le enseñe cuándo usarlo y cuándo no. En esta columna reflexiono sobre nuestra forma actual de comunicarnos y relacionarnos socialmente.

Si bien es comprensible el uso simultáneo de sistemas de telecomunicación en momentos de ocio al aire libre, mientras cocinamos o hacemos alguna tarea del hogar, hay otros momentos en los que nuestro interlocutor requiere de nuestra atención en exclusiva, como cuando almorzamos con un amigo o familiar al que hace tiempo que no vemos, cuando ejercemos un trabajo de vigilancia o supervisión, cuando asistimos a una obra de teatro, escuchamos una orquesta de música clásica o prestamos atención a un profesor en el aula. Es una cuestión de respeto. Ultimamente he comprobado que, además de por el lógico y progresivo envejecimiento neuronal, otro de los motivos por los que en la actualidad algunos adultos tienen tanta dificultad para aprender un idioma extranjero es por el déficit atencional que les provoca el estar pendientes de recibir una llamada o un mensaje de texto durante una clase. Esta ansiedad hace que su cerebro esté distraído, falto de la necesaria concentración para asimilar lo que oye o que ve.

Familia empantallada
También está desapareciendo entre muchos jóvenes la capacidad de concentrarse en algo durante un tiempo, y esto los docentes lo percibimos a diario. Muchos usuarios de la red, en su dispersión, no pueden fijar la atención. Algunas nuevas tecnologías producen, de hecho, una pérdida de tiempo pues nos hacen excesivamente dependientes de lo inmediato. Los psicólogos hablan ya de la ansiedad producida por el miedo a perderse algo (MAPA) en el whatsapp o en las redes. ¡Qué difícil nos resulta prescindir del control de nuestro entorno y zafarnos del yugo de la conectividad permanente! Algunos viven enchufados, o empantallados, como diría Elvira Lindo, sin prestar atención a lo que ocurre a su alrededor ni a las personas que les rodean cuando comen o viajan, por ejemplo. Las compañías de telefonía móvil han conseguido finalmente que hayamos aprendido a vivir sin saber esperar y nos han creado la necesidad de consumir productos con los que se lucran.

No prestamos atención a la realidad circundante cuando vamos en el autobús o en el metro, y así no nos vemos impelimos a pensar en la sociedad injusta y defectuosa que nos rodea. Pensar es necesario para construir un mundo mejor. Y cuanto menos pensemos mejor para el poder establecido. Caminamos por la calle distraídos, sin alzar la vista, cual autómatas, absorta nuestra mirada en una minúscula pantallita centelleante de letras animadas en continuo movimiento. Nos sentimos frustrados porque nuestro interlocutor no nos preste la atención que merecemos. Vivimos en la era de la distracción.

Vivimos hipercomunicados a distancia con otras personas, pero desconectados de nosotros mismos. Nos conformamos con una interacción de bajo coste, tanto emocional como lingüística. Predomina la telecomunicación frente a lo que me gusta llamar cercacomunicación. Se chatea o teclea para evitar hablar por teléfono o ver cara a cara mediante videoconferencia.

¡PARE DE TECLEAR!
A su vez, esta sobreutilización de las tecnologías de la telecomunicación ha producido una evidente degradación de muchos oficios. A diario vemos cómo, por ejemplo, socorristas, vigilantes, conductores de autobuses, ambulancias o taxis, policías de patrulla, obreros de la construcción, dependientes de tiendas, cuidadores de ancianos, enfermeros, médicos, etc. no tienen reparo en mantener teleconversaciones textuales privadas con amigos o familiares durante su horario laboral o mientras conducen un vehículo. Parece haberse perdido también la paciencia contemplativa, fenómeno este que se observa sobre todo en museos, en exposiciones o en cines.

Quienes me conocen saben que no soy ningún tecnólogo, pues me sirvo a diario de las tecnologías de la telecomunicación, tanto en mi vida personal como profesional. Pero no me considero un esclavo de las mismas. Afortunadamente, vivo el día a día desenchufado y con la mirada atenta a lo que ocurre a mi alrededor y a las personas que me rodean. No considero la tecnología como la panacea para resolverlo todo, como ocurría en la pesadilla orwelliana.

Precisamos buenos modales tecnológicos para hacer frente a esta nomofobia (pánico a quedarse sin móvil). Un ejemplo ha sido la reciente conversión de algunos vagones del AVE en espacios silenciosos o la prohibición de conducir hablando o tecleando por el móvil. Estos días se publican libros sobre la dieta digital para no caer en excesos tecnológicos o vídeos que nos animan a levantar la mirada del teléfono móvil para apreciar la realidad circundante. 

Luis Aragonés le espetó un día al jugador Sergio Ramos en un entrenamiento de La Roja:“¡Haga usted el favor de dejar el móvil de los cojones y hable con sus compañeros!” La telecomunicación ha llegado para quedarse, de acuerdo, pero, ¿le estamos dando el mejor de los usos? ¿Tendrá algo que ver la desaparición de la asignatura Educación para la Ciudadanía con este no saber estar de algunos? ¿Quién nos educa para no abusar de la tecnología? cmg2014

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Monday, February 12, 2018

North Carolina vs. Duke Basketball Highlights


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Leer hoy en día


Carlos García Gual ocupa el sillón J de la Real Academia Española. Escritor, catedrático y traductor, convirtió la literatura y el mundo clásico en su pasión. Pero el título que le atribuyen sin discusión quienes le conocen y lo han leído es el de sabio. Asegura que la lectura es la manera de escapar de “la prisión del presente”. Ahora los alumnos leen muy poco. Fuera de lo que es obligatorio, no saben nada. Pasan mucho tiempo dedicados al móvil y no les queda casi nada para leer Soy sobre todo lector y todo lo que he escrito tiene que ver más con mis lecturas y menos con mis experiencias personales. Para mí, leer es entrar en un mundo de horizontes casi diría que infinitos. Y donde hay figuras dramáticas y situaciones y épocas que son mucho más interesantes que mi propio contexto. Quien no lee está limitado a sus circunstancias más próximas: los vecinos, la tele, los juegos. Para mí, la lectura es como un campo de ­correrías. (José Andrés Rojo, EPS 12.02.18)

Sunday, February 04, 2018

Anti-Trump cartoon drawn by an 11-year-old

11-year-old Nate Ruttenberg posts his cartoons on Instagram @ anti.trump.cartoons and they are the best thing today… or any other day!